Viéndole jugar dirías que ha nacido en algún barrio de Londres o Liverpool, pues este chico que cubre el campo de área a área, de costa a costa, ‘box to box’, más parece un rejuvenecido Lampard que un centrocampista clásico de La Masia. Pero nació en Reus. Llega al área con el mismo instinto ofensivo que Cesc Fàbregas y una facilidad innata para ver portería. Procedente del Nàstic, Sergi Roberto muestra muy pronto una versatilidad inusual que le permite ocupar diversas posiciones en el frente ofensivo. En el Cadete A se le ubica como interior izquierdo pese a ser diestro para pulir su técnica y ya entonces se destapa por su verticalidad natural. Aparece, se impone y resuelve por alto o por bajo. Es un rara avis entre los clones blaugrana. Acostumbrados a los finos estilistas creadores y generadores de juego que marcan el tempo de los encuentros, en Roberto encontramos a un mediapunta central, un ‘10’ con mucha llegada e instinto de gol.[...]
Quien le ve jugar sale del campo con una sonrisa de felicidad. Estamos ante el centrocampista completo: en él intuimos al Lampard de los mejores años; o al Gerrard esplendoroso. Va al choque sin factores restrictivos, cómodo en el juego aéreo y con despliegue constante, que llega desde atrás, define, tiene instinto y cada vez se asocia mejor. Un jugador de 18 años que parece hacerlo todo bien, pero que también tiene parcelas de mejora: en un modelo de juego que prima la posesión, el de Reus ha de seguir cultivando el toque rápido y fácil y la combinación casi automática. Debe adquirir mecanismos indisociables a la filosofía de juego blaugrana para ganar capacidad de aparición y controlar recursos que le hagan estar más presente y actuar en todas las situaciones.
Sergi Roberto apunta muy alto por condiciones, potencialidad y la forma en que ha irrumpido: 18 años y llegando por sorpresa al Barça B hasta convertirse en pieza importante, dos peldaños ascendidos de golpe. Precisa todavía entre año y medio y dos años para madurar definitivamente, consolidarse en el segundo equipo, sentirse hombre clave, acercarse a la gloria del primero y atravesar como un tren las líneas oponentes.
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